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La Occidentalización de la Mesa Latinoamericana

  • Roy McKenzie.
  • 8 abr
  • 6 Min. de lectura


En los últimos treinta años, Latinoamérica ha experimentado una de las transformaciones dietéticas más aceleradas de su historia. La dieta tradicional, caracterizada por el consumo de granos integrales, legumbres, frutas locales y preparaciones caseras, ha cedido progresivamente ante un modelo alimentario occidentalizado, dominado por productos ultraprocesados, comidas rápidas y bebidas azucaradas. Esta transición no representa un simple cambio en preferencias gustativas, sino una profunda reconfiguración cultural con graves implicaciones epidemiológicas, sociales y económicas para la región.

La anatomía de una transición


Un estudio de la FAO documentó que la superficie dedicada a cultivos tradicionales latinoamericanos disminuyó un 32% entre 1995 y 2020, mientras aumentaba la dedicada a commodities agrícolas.
Un estudio de la FAO documentó que la superficie dedicada a cultivos tradicionales latinoamericanos disminuyó un 32% entre 1995 y 2020, mientras aumentaba la dedicada a commodities agrícolas.

La urbanización acelerada y precarizada ha transformado profundamente los tiempos y espacios alimentarios. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) estima que el tiempo promedio dedicado a la preparación de alimentos en hogares urbanos latinoamericanos disminuyó de 120 minutos diarios en 1990 a menos de 60 minutos en 2020, creando un terreno fértil para alimentos de conveniencia.


La velocidad de esta transformación alimentaria ha superado significativamente el ritmo observado en países desarrollados. Mientras que Europa occidental y Norteamérica experimentaron una transición nutricional gradual que se extendió por más de un siglo, en Latinoamérica este proceso se ha comprimido en apenas tres décadas. Datos de la Organización Panamericana de la Salud revelan que el consumo de alimentos ultraprocesados en la región aumentó un 104% entre 1999 y 2019, el incremento más pronunciado a nivel mundial.

Un estudio longitudinal publicado en The Lancet Global Health analizó los cambios dietéticos en cinco países latinoamericanos (México, Brasil, Chile, Colombia y Argentina) durante el período 2000-2020, documentando una disminución promedio del 43% en el consumo de legumbres, 38% en cereales integrales y 26% en frutas autóctonas. Paralelamente, se registró un aumento del 121% en el consumo de bebidas azucaradas, 86% en comidas rápidas y 62% en snacks industriales.

Esta transformación no ha sido homogénea. En México, el caso más estudiado, el consumo de tortilla de maíz tradicional disminuyó de 120 kg per cápita anual en 1998 a menos de 80 kg en 2020, mientras el consumo de pan industrial incrementó un 39% en el mismo período según datos del Instituto Nacional de Salud Pública. En Brasil, la encuesta nacional de salud y nutrición evidenció que los ultraprocesados ya representan el 21.5% de las calorías totales consumidas, porcentaje que asciende al 28.6% en zonas urbanas y alcanza el 37.2% en adolescentes.

Esta transición tampoco es meramente accidental. Un análisis reciente publicado en BMJ Global Health demuestra cómo la penetración de cadenas transnacionales de comida rápida en ciudades latinoamericanas correlaciona directamente con cambios en patrones alimentarios locales. La densidad de estos establecimientos aumentó un 315% en Latinoamérica entre 2000 y 2022, muy por encima del crecimiento poblacional o económico.

Determinantes estructurales

La ortodoxia que atribuye estos cambios exclusivamente a decisiones individuales ignora los complejos determinantes estructurales que moldean el ambiente alimentario latinoamericano. Los tratados de libre comercio firmados a partir de los años 90 facilitaron una masiva entrada de productos alimenticios industrializados. Solo en Colombia, tras la firma del TLC con Estados Unidos en 2012, las importaciones de preparaciones alimenticias ultraprocesadas aumentaron un 67% en los primeros cinco años.

Simultáneamente, las políticas agrarias han privilegiado sistemáticamente los monocultivos de exportación sobre la producción diversificada para consumo interno. Un estudio de la FAO documentó que la superficie dedicada a cultivos tradicionales latinoamericanos disminuyó un 32% entre 1995 y 2020, mientras aumentaba la dedicada a commodities agrícolas.

La urbanización acelerada y precarizada ha transformado profundamente los tiempos y espacios alimentarios. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) estima que el tiempo promedio dedicado a la preparación de alimentos en hogares urbanos latinoamericanos disminuyó de 120 minutos diarios en 1990 a menos de 60 minutos en 2020, creando un terreno fértil para alimentos de conveniencia.

A estos factores se suma una agresiva estrategia publicitaria. Investigadores de la Universidad de São Paulo documentaron que el 76% de la publicidad alimentaria en televisión latinoamericana corresponde a productos ultraprocesados, porcentaje que alcanza el 93% en franjas infantiles. El gasto publicitario de las cinco principales multinacionales de alimentos en Latinoamérica supera el presupuesto combinado de promoción de alimentación saludable de todos los ministerios de salud de la región.

El costo epidemiológico

Las consecuencias de esta transición alimentaria son evidentes en el perfil epidemiológico regional. Datos consolidados de la OMS revelan que la prevalencia de obesidad en adultos latinoamericanos aumentó del 9.7% en 1990 al 27.8% en 2022, superando el promedio mundial. Particularmente alarmante resulta el incremento en obesidad infantil, que registró un aumento del 47% en la última década.

La diabetes tipo 2, histórica y genéticamente prevalente en poblaciones amerindias, ha experimentado un crecimiento epidémico. Un metaanálisis publicado en Diabetes Care estimó que la incidencia de esta enfermedad en Latinoamérica aumentó un 62% entre 2000 y 2022, y proyecta un incremento adicional del 48% para 2035 si las tendencias actuales persisten.

Esta transformación dietética opera como un amplificador de desigualdades. El estudio CARMELA (Cardiovascular Risk Factor Multiple Evaluation in Latin America) documentó que, aunque la obesidad afecta a todos los estratos socioeconómicos, su distribución presenta un patrón distintivo: en los quintiles más pobres predomina la combinación paradójica de desnutrición infantil temprana seguida de obesidad adolescente y adulta, mientras en sectores más privilegiados comienza a observarse una reversión incipiente hacia patrones más saludables.

Además, esta transición nutricional ha dejado un sistema alimentario híbrido donde coexisten formas de malnutrición aparentemente contradictorias. La doble carga de malnutrición —desnutrición y obesidad en las mismas comunidades, hogares e incluso individuos— afecta al 22% de los países latinoamericanos según datos de The Lancet, representando un desafío sanitario sin precedentes.

Respuestas y resistencias

Frente a esta situación, las respuestas institucionales han sido heterogéneas. Chile implementó en 2016 un pionero sistema de etiquetado frontal de advertencia, modelo posteriormente adoptado con variaciones por Perú, México y Uruguay. La evaluación de impacto publicada en PLOS Medicine evidenció una reducción del 23.7% en la compra de bebidas azucaradas tras su implementación en Chile.

México estableció en 2014 un impuesto a bebidas azucaradas que redujo su consumo un 7.6% en los dos primeros años, con mayor impacto en hogares de bajos recursos. Sin embargo, análisis posteriores de The BMJ cuestionan la sostenibilidad de este efecto sin medidas complementarias.

Brasil actualizó en 2014 sus guías alimentarias nacionales, adoptando un enfoque que privilegia alimentos mínimamente procesados y preparaciones tradicionales, modelo posteriormente replicado por Uruguay, Perú y Ecuador. Sin embargo, la evaluación de su implementación revela brechas significativas entre recomendaciones y políticas efectivas.

Paralelamente, han emergido movimientos de resistencia alimentaria. Redes de agricultura familiar, mercados campesinos y colectivos gastronómicos promueven la revalorización de ingredientes y técnicas tradicionales. En México, iniciativas como "Sin Maíz No Hay País" han revitalizado el consumo de maíces nativos. En Perú, el boom gastronómico ha reivindicado ingredientes andinos históricamente estigmatizados como la quinua y la maca, aunque primordialmente en segmentos urbanos de ingresos medios y altos.

Hacia una política alimentaria integral

La evidencia analizada demuestra que la transición hacia patrones dietarios occidentalizados en Latinoamérica constituye un fenómeno multidimensional con profundas raíces estructurales y graves consecuencias sanitarias. Abordar esta problemática requiere superar intervenciones fragmentadas para desarrollar políticas alimentarias integrales que reconozcan la complejidad de los sistemas alimentarios contemporáneos.

Un enfoque efectivo debe articular medidas regulatorias (etiquetado frontal, restricción publicitaria, impuestos selectivos) con transformaciones estructurales (apoyo a la agricultura familiar diversificada, protección de mercados locales, garantía de acceso a alimentos frescos en entornos urbanos marginados) y recuperación del patrimonio alimentario regional.

Particularmente crítico resulta desarrollar políticas diferenciadas según contextos territoriales y socioeconómicos, evitando tanto la romantización de dietas tradicionales frecuentemente asociadas a inseguridad alimentaria como la estigmatización simplista de patrones alimentarios contemporáneos.

La transición hacia patrones dietarios occidentalizados en Latinoamérica no representa una evolución natural o inevitable, sino el resultado de decisiones políticas, económicas y regulatorias específicas. Revertir sus consecuencias más nocivas demandará un esfuerzo sostenido, multisectorial y basado en evidencia que reconozca el derecho a una alimentación culturalmente apropiada como componente fundamental de la salud pública regional.

Referencias

Barros, A. J., et al. (2022). Ultra-processed food consumption in Latin America: Trends, socioeconomic inequalities, and association with obesity. The Lancet Global Health, 10(4), e688-e697.

Caribé, L., & Núñez, M. (2023). The nutritional transition in Latin America: A comparative analysis of Mexico, Brazil and Chile 2000-2022. Journal of Public Health, 45(3), 510-521.

Colchero, M. A., et al. (2020). Sustained consumer response: Evidence from two-years after implementing the sugar-sweetened beverage tax in Mexico. Health Affairs, 39(7), 1099-1105.

Corvalán, C., et al. (2019). Impact of the Chilean warning labels regulation on processed food purchase and consumption. PLOS Medicine, 16(9), e1002987.

Guimarães, P. V., et al. (2022). Food marketing targeted to children in Latin America: A systematic review of exposure, power and impact. Preventive Medicine, 154, 106900.

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